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Mostrando las entradas de abril, 2021

La madurez de las paltas

  Mi primer mejor amigo se llama Patricia. Apenas se asomó por entre las piernas de su madre, le pusieron Sebastián por el padre del padre o algo así. Cuando empezamos el secundario, se cambió el nombre por Saturno y cuando lo terminamos, continuó con su viaje galáctico y se puso Estrella. Ahora que, años después, la encontré comprando zapallitos en la verdulería de los bolivianos, me contó que se llama Patricia. Me vio primero y pegó un grito tan agudo y angustiado, que casi me cago encima: pensé que nos estaban asaltando, algo bastante común en el barrio. La reconocí por esa mandala horrible que tiene tatuada en la muñeca y por su diente en orsai, así le decíamos a la paleta que está adelantada a su dentadura. Nos pegamos un abrazo inolvidable, de esos que aprietan tanto que hacen que se escape un eructo. Seguía tan apasionada y delicada como cuando era una niña en el envase equivocado. Lo primero que le dije, es que se había elegido un nombre de mierda, pero me confesó que cuando tu