Netflix
Quisiera saber porque Netflix les cambia los nombres a las películas. Como si necesitara someter todas las palabras a su filtro sesgado de mercadeo, a ver qué está bien y que está mal. Como si el título de una película no fuera importante, como si en verdad no dijera algo importante de lo que allí pasa, como si algo de eso avergonzara al Ceo de Netflix, que al final decide convenientemente la identidad la película, a costas y padeceres de quien la imaginó, la creó y la filmó. En fin, no sé si es importante este residuo de indignación que me ataca cuando estoy aburrido, en realidad me lo olvido, cuando vuelvo a encontrar el corpiño de Sofía entre el desborde de ropa y calzoncillos de mi placard. Siempre que lo encuentro, lo aprieto, lo palpo, lo huelo, me vuelvo a sentir un pelotudo que no puede despegarse de sus placeres masoquistas, ese umbral perverso que es el autoflagelo y que solo justifica a los otros placeres que aparecen después para consolarme. Como si no fuera suficiente