Promesas bajo el acacia
El mar se alarga a los lejos, sin embargo no es difícil escucharlo por las noches si con Silvia nos sentamos sobre el zaguán que da al frente de la casa. En nuestras reposeras que alinean colores blancos y rojos, blancos y azules, debatimos sobre el día que pasó, algunos libros y otros vinos que deberíamos probar. Cada tanto, nos sorprende el dulce remanso del recuerdo de cuando jóvenes, nos escapábamos de las cenas familiares para jurarnos eternidad. Entre besos y manos, hacíamos nuestras promesas debajo del acacia azul de Don Lamberti, el viejo sordo y enclenque de la cuadra. El veterano árbol aún sobrevive, ya sin su estilo exuberante, con un aura de angustia desde la desaparición de su compañero hace ya más de 40 años. Los hijos de Don Lamberti pusieron en alquiler la casa luego de que el desgraciado, al igual que su esposa, se fugara. Verano tras verano, se llena de risas y desparpajo con las familias de cuatro, máximo cinco, los gurises corriendo por los patios, los asados y los juegos de cartas en la mesa de mármol. Pero el tiempo hizo su trabajo y dónde antes había sombra, ahora solo caen los reparos secos del viejo árbol.
Custodio de la última casa, en la última calle, frontera a la costa, se sabe en la cuadra que el acacia fue plantado por Doña Ofelia y Don Lamberti cuándo apenas empezaron a jurar su amor y felicidad. Era menester de los bañistas y visitantes, saludar entre sombrillas, mates, bolsos y trajes de baño, al trío que nos recibía antes de que la arena quemara los pies. Ahora allí, luego de las fugas, un cartel con flechas, dibujos y un salvavidas que cuelga, muestran el camino que solían enseñar las sonrisas arrugadas y las hojas sueltas que se arremolinaban con el viento hacia la playa.
Tras las noches de tormenta, con Silvia nos apuramos en ir hasta la casa de los Lamberti, a ver si el último de los tres se pudo fugar. Nos alegra ver al viejo tronco resistir su segunda promesa, una vez más. Aliviados, desde luego que hacemos lo que hacen todas las parejas: nos tomamos fuerte de la mano y caminamos descalzos hasta el mar.
*Promesas bajo el acacia, es parte de Pequeñas Historias Enfrascadas

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